domingo, 25 de febrero de 2018

Prerrequisitos del lenguaje

Cuando me encuentro realizando las sesiones las familias están presentes y las conversaciones surgen. Entre muchas de ellas surge el tema del lenguaje. Es algo que preocupa mucho a los papás y las mamás de los niños y niñas que presentan alguna discapacidad. Claro está, debemos de hablar de ello porque, en muchos de los casos, es algo que genera incertidumbre y, por supuesto, angustia.
¿Cuándo hablará? ¿Es normal que a su edad todavía no hable? ¿Los demás niños que tienes empiezan a hablar con la edad que tiene mi hijo o hablaron antes?
La respuesta es estándar. Cada niño es único y no se debe comparar. Esta respuesta está muy vista y, aunque no está falta de sentido, no es suficiente. Es por esto que creo necesario escribir sobre esto apoyándome en la teoría pero también en mi práctica personal/ profesional.

La comunicación es un tema muy amplio, por ello es más claro hablar de capacidades comunicativas. Tampoco debemos de caer en el error de centrar estas capacidades en la adquisición de lenguaje porque los profesionales nos vamos encontrando niños que presentan capacidad para hablar pero tienen muchas carencias comunicativas.

La emisión de palabras es fruto de un aprendizaje pero si centramos el trabajo de estimulación en la adquisición de lenguaje, en muchas ocasiones podemos encontrarnos que más que un aprendizaje hay un adiestramiento. Me encuentro con varios casos en los que los niños emiten palabras, las usan pero totalmente carentes de funcionalidad. No les sirven para nada excepto para demostrar que son capaces de emitir un conjunto de sonidos que nosotros somos capaces de entender pero ellos no, simplemente lo hacen con el fin de recibir un refuerzo positivo o (y esto es una aportación personal), directamente para que les dejemos en paz.

Cuando un niño presenta una serie de dificultades, un retraso en el desarrollo, una discapacidad en general, lo más probable es que la aparición del lenguaje se retrase bastante tiempo. No por ello, debemos entonces pensar que su capacidad comunicativa se va a ver totalmente mermada. Los canales que una persona tiene para expresar lo que quiere, lo que siente, son muy variados y siempre suelo poner el mismo ejemplo. Hay gente que se presenta en china sin tener ni pajotera idea de chino y al final se las arregla. Con gestos, señalando, con folletos o hablando a gritos. Y eso es porque la capacidad para comunicarse sin lenguaje existe, el problema es que precisa de mucho esfuerzo tanto para expresar como para entender.

Algo parecido nos pasa cuando nos encontramos ante un niño sin lenguaje, que tenemos que hacer un esfuerzo y usar códigos que tenemos dormidos por la comodidad de hablar con palabras.

En otra entrada hablaba de los actos pre lingüísticos, en esta quiero hablar de los prerrequisitos del lenguaje. La teoría nos habla de los siguientes: contacto visual, atención, relación causa- efecto, imitación, simbolismo y atención a turnos y esperas. Yo incluyo también la proxemia.

Así pues, con ejemplos claros y propios de mi experiencia con los niños los explicaré.

El contacto visual es de vital importancia para que exista comunicación. Es por ello que para que éste exista debe generarse una situación cómoda. Cuando demandamos contacto visual de un niño con problemas a nivel social (por ejemplo, TEA) debemos realizarlo son poca emisión de palabras y con un ambiente carente de estímulos nuevos. Es por ello que debemos conocer al niño y debemos de crear un ambiente de seguridad. En este sentido, también ayuda colocarnos a la misma altura. Desde nuestro metro setenta no podemos solicitar que nos mire a los ojos un niño que no alcanza el metro de altura, por ello influye mucho la cosmovisión en la capacidad para comunicarnos.

El trabajo sobre la atención muchas veces va de la mano, en el campo de la estimulación, con el uso de la motricidad fina. Creamos secuencias sencillas que se repiten y generamos capacidad de trabajo, de repetición. También es importante, y genera vínculos necesarios, la atención compartida. Hablaríamos pues de ser capaces de generar interés sobre algo y mezclarlo entonces con el prerrequisito de la atención a turnos y esperas.

Es interesante entonces hablar sobre la imitación. En este sentido, vemos como expresamos cosas que los niños no hacen sino mirar. A veces creemos que la sesión no está funcionando, que algo no estamos haciendo bien porque el niño no responde, nos mira y no repite, no hace lo que le pedimos. Debemos de hacer un ejercicio de reflexión y pensar que en el camino de la estimulación dos más dos pueden ser tres. El niño, seguramente estará captando información de nuestra presencia y no de nuestro hacer, es pues necesario esperar, dar tiempo porque ese tres “inexacto” puede ser el camino para el aprendizaje.

Las relaciones causa- efecto se consiguen en un estadios sensoriomotor. Hago cosas porque sé que ocurren consecuencias. Cojo el sonajero porque se que si lo muevo hace ruido. Tan básico como eso. Poco a poco se va haciendo más “complejo” como pulso este botón porque sé que suena una musiquita. En el caballo les solemos generar diferentes rutinas para también ir haciéndoles independientes en la sesión. Toco la cruz del caballo para que ande. Levanto la mano porque quiero parar, junto las manos con una especie de saludo vulcano cuando quiero bajar del caballo. Todos estos actos son importantes porque generan códigos que los niños usan durante la sesión, y sus acciones tienen efectos, por lo tanto se repetirán cuando quieran resultados similares.

En cuanto a la proxemia, es sencillo. son las distancias que adoptamos segun las situaciones (sociales) que nos encontramos. El espacio que nos separa cuando hablamos con nuestra pareja no es el mismo que el que guardamos cuando hablamos con el que viene a tomarnos la lectura del gas. Pues todo ello debe ser trabajado también para que mejore la capacidad comunicativa. 


Es importante tener en cuenta estos prerrequisitos, y se deben trabajar de forma simultánea a la acción logopédica o previa a esta. Intentar una comunicación sin ellos dará resultados muy deficientes, por ello debemos de centrar el juego y la estimulación en etapas previas al lenguaje en generar una comunicación efectiva por medio del juego que contenga manipulación, imitación y, sobre todo, tiempos compartidos de interacción.


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