viernes, 19 de febrero de 2016

TEA y el arte de facilitar.

Llevamos tiempo escuchando cosas como “son niños que no saben relacionarse” también cosas como “no expresan emociones”. Cada vez estoy menos de acuerdo, pero matizando. Otra de las cosas que cada vez más se oye: “no toleran los cambios”.
Estas tres afirmaciones que escucho, y seguramente hayamos escuchado muchos de nosotros, me hacen reflexionar. No puedo decir que sean falsas pero si me atrevo a afirmar que están faltas de muchos matices.
Son niños que no saben relacionarse. Dejando a un lado la epistemología y las definiciones de la RAE, relacionarse sería una capacidad, una aptitud que implica también una actitud. Pensemos cuando estamos en una plaza con nuestro hijo, sobrino, el hijo de unos amigos… Hay otros niños jugando y éste se acerca poco a poco y, sin darnos cuenta, en cuestión de segundos está incluido en la dinámica de los demás y está jugando. No encontramos explicaciones ni motivos aparentes.
¿Lenguaje? Lo dudo. ¿Afinidad? No se conocen de nada, no pueden conocer sus puntos en común. Se llama infancia, pero sin duda el hecho de que el “nuevo niño” se encuentre jugando en el grupo es gracias a su “capacidad” de relacionarse. Llegando al quid: También gracias a su capacidad de abstracción para comprender qué se está haciendo y cuáles son las claves para incluirse en dicho grupo (sin ser rechazado).
Cuando trabajamos con un niño que no cuenta con esa capacidad hemos de centrar nuestro esfuerzo en abrir vías, terminarán entrando sin "esa abstracción". Proponemos una dinámica que tenga cierta lógica y que se repita en espacio y ritmo. Pronto veremos como “saben relacionarse” en ciertos ambientes.
Tenemos pues que hacer el esfuerzo de no centrarnos en esa “falta de capacidad del niño” y sí hacerlo en la no adaptación de las dinámicas y situaciones planteadas.
No expresan sus emociones. Yo veo a niños diagnosticados en mi espacio que cuentan con sonrisas cuando llegan. Uno de ellos, cada vez que llega se sube a mis brazos y pasamos unos segundos riendo mientras nos miramos. También cuento con que la mayor parte de las veces cogen mi mano mientras hablo con sus padres y madres. ¿No es ello, acaso, una muestra de sus emociones? Quizás no sean niños muy expresivos pero las emociones no siempre se expresan con el mismo nivel de intensidad.

No toleran los cambios”. Habría, mejor, que hablar de que se sienten bien en espacios familiares. Nuestras sesiones siempre tienen un mismo ritmo y realizamos actividades similares en todas. Trabajamos conceptos del lenguaje, trabajamos habilidades motrices, entrenamos en equilibrio y muchas cosas más pero, siempre, con una secuencia muy parecida. Cuando llegan “por primera vez” no contamos con esa “secuencia”. ¿Creemos que la primera sesión va a ir todo sobre ruedas?
Cuando entramos en un nuevo ambiente, comenzamos un curso de formación… siempre se comienza con una explicación de los contenidos, la presentación del formador y de los participantes, etc. ¿Por qué nos sorprendemos de que con un niño que responda al TEA no tiene por qué ser así? Quizás habría que adaptar todo y dejar la prisa; habría que pensar que no todo está claro y que es mucho más fácil explicarlo que entenderlo. No es lo mismo preguntar ¿Qué tal estas? a preguntar “¿Estás bien? Ofrecemos mucha más claridad con una pregunta que con otra. A la hora de presentar los ejercicios deberemos usar la misma lógica. Sencillez de respuesta, facilitar la dinámica en la relación, en la interacción, en la comunicación. Facilitar. Facilitar.  

martes, 2 de febrero de 2016

La sesión de terapias ecuestres desde un enfoque pedagógico

Cuando nos disponemos a realizar una actividad pedagógica nunca debemos de perder de vista la actitud que el profesional asume. Educar es un acto generoso que requiere, además de aptitudes y conocimientos, hacer que todas las actividades resulten atractivas y divertidas.

Incluir un caballo en todo este meollo, sin duda, contribuye. Las actividades con caballos funcionan, por norma, muy bien con niños. Se generan vínculos afectivos entre el educando y el equipo y, por supuesto, también con el animal.

Otra de las ventajas es que los familiares suelen estar muy presentes en la sesión y, en varias ocasiones, se les puede incluir para reforzar las actitudes positivas y aunarse a la celebración de los logros.

Cuando realizamos sesiones desde un plano educativo, la estimulación cognitiva y el desarrollo en competencias serían las claves centrales. Los materiales y los tiempos han de estar enfocados a los objetivos planteados y, en consecuencia, la actividad irá en pro de la consecución de dichos objetivos.

Todo, o casi todo, queda en la imaginación del profesional. Lejos de centrarse en ejercicios marcados y propuestos, la rama educativa exige reinventarse y rediseñar materiales sesión a sesión. Así pues, lo que un día nos servía para trabajar unos aspectos, al día siguiente lo usamos para trabajar otros o aumentar las competencias en esos mismos. Los límites los pone el niño, siempre. Las expectativas han de ser siempre superiores con el fin de que los logros nunca estén por debajo de las capacidades reales y, por supuesto, las potenciales.