Se
escribe mucho sobre las características
físicas y de carácter de los caballos de terapia, pero pocas veces se escribe
sobre la relación entre la persona que hace terapias ecuestres y los caballos
que utiliza para ello. Desde aquí, recomiendo leer los libros de Juan Vives
Villarroig, en ambos dos podrán disfrutar de una buena descripción sobre el
tema del que quiero hablar.
Antes
de nada, advertir que, por encima de ser caballos de terapia, son caballos.
Caballos con letras mayúsculas. Si el animal trabaja en terapias dos horas al
día, las restantes 22 son mucho más importantes para él. ¿Son más importantes
para nosotros esas 22 horas de nuestro caballo que, sin embargo, esas dos que
lo sacamos a las sesiones?
Si
observamos algunas sesiones de terapias ecuestres podemos ver caballos
cabizbajos, sus orejas no paran de buscar centros de estimulación y su paso es,
cuando menos, poco activo. ¿Cómo se entrena a un caballo para participar en
sesiones de terapia? Pensaremos que tenemos que acostumbrarlos a andar con
varias personas junto a él, quitarle miedos al material y a los sonidos que
éstos hacen, hacer que quede quieto mientras la gente de su alrededor se para…
Se me ocurre un nombre mejor para esta descripción: desensibilizar.
Todo
ese proceso se llama desensibilizar. El entrenamiento de un caballo que dedica
su tiempo a las terapias va mucho más allá. En primer lugar, debe de tener
vínculos con la persona que le saca a trabajar. Los vínculos se crean (en
cautividad) con la comida, con el aprendizaje, con el trabajo, con los momentos
de pasto fuera de las corraletas (o cuadras), con las horas de ruta. Entre un
humano y un caballo puede existir una relación de amistad, cuando menos, cierta
complicidad. Un “algo” que haga saber tanto a uno como a otro cómo estamos,
cómo nos encontramos, qué cosas nos gustan, qué cosas detestamos… conocernos.
Un caballo de terapias entrenado es un animal que sabe interaccionar con su
“referente humano” desde lo aprendido gracias al tiempo de convivencia. Crear
un código de comunicación con nuestro caballo es entrenar a nuestro caballo, en
función de ello, le estaremos preparando para sesiones de terapias ecuestres.
Adjetivar
a los caballos que usamos en las sesiones como “caballos de terapia” conlleva
una cosificación de su existencia. Caballos de salto, caballos de doma clásica,
caballos de alta escuela, caballos de raid, caballos de doma vaquera, caballos
western, caballos de terapia… ¿Seguimos? Caballos de cría, caballos de tiro,
caballos de carne. Tiene gracia.
Vuelvo
a repetir, un caballo pasa más del 80% de su vida limitándose a comer, dormir y
revolcarse (si le dejan). Es muy egoísta clasificarles si nosotros, a penas,
les vemos para darles de comer y “usarles”. En muchos casos ni existe lo
primero. Llamémosle caballos, animales, seres.
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