martes, 30 de octubre de 2012

Aquel al que llamamos co- terapeuta.

Leyendo artículos sobre terapias ecuestres me voy dando cuenta de la cantidad de nombres que damos a nuestros amigos los caballos (y las yeguas, por supuesto). Co- terapeutas, eje animal, eje central, soporte físico, ...

Cada mañana uso 10 minutos de mi tiempo a observar como comen mis caballos (bueno, no me apoderaré así de sus vidas, digamos "los caballos que están en mi cercado", que el cercado si que es mío). Esos diez minutos son mi momento privado del día, ese momento en el que me molestaría que alguien, diferente a ellos, mi hablase... incluso, me observase. Repartimos la comida y la paja y me siento, simplemente para observar y escuchar como la paja de cebada va siendo triturada en sus bocas.

Sólo son caballos, ¿Qué diferencia hay entre el caballo que sale a la pista a una sesión y el que se queda en la corraleta, ajeno a la sesión? A penás les separan unos 20 metros. A veces se llaman.

En unas cuantas ocasiones he escuchado "lo mejor que puedes hacer por tu caballo es dejarle ser un caballo", incluso en cursos he escuchado que cuanto más caballo sea el animal que sacamos en las sesiones, más efectiva será la sesión.

¿Por qué le damos a estos animales la responsabilidad de ser co- terapeutas si ellos sólo quieren comer, dormir, andar, reproducirse...?

¿Qué pasaría si en una de nuestras sesiones fallamos como profesionales? Seguramente tendríamos que correr con las consecuencias, incluso deberíamos reparar lo que hubieramos causado. ¿Qué responsabilidad tienen nuestros animales si ellos, ni siquiera, han pedido estar ahí? ¿Les gusta a los caballos participar en sesiones de terapias ecuestres? ¿Saben realmente que, lo que están haciendo, es una sesión terapéutica? ¿Conocen los objetivos y los avances que procuramos con estas sesiones?

¿Qué pasaría si un día nuestro caballo tiene una reacción que provoca un accidente, grave o leve, durante una sesión? ¿Sería el fallo de todo el equipo o por el contrario sería un fallo del co- terapeuta?

¿Qué ocurriría si nuestro caballo, que siempre funciona genial en las sesiones, un día deja de poder funcionar porque su reúma no le deja realizar giros y tampoco soportar cierto tiempo de trabajo con peso encima de él? ¿Dejaría entonces de ser co- terapeuta? ¿Serviría para hacer trabajo de oficina pero no para trabajar en la pista?

Muchas veces me pregunto si cada vez que saco a un caballo a trabajar le estoy fastidiando un precioso momento de pasto en la corraleta, al sol y con un montón de cebada por comer que, por cierto, le encanta.

¿Qué han hecho los pobres caballos para que les carguemos con la responsabilidad de ser co- terapeutas?

Mis caballos no tienen esa responsabilidad. Mientras sigan comiendo, mordiéndose entre ellos, asustándose de los imprevistos y haciendo todas esas cosas que ellos hacen los llamaré caballos (y yeguas, de nuevo). Les dejaré que se limiten a eso y no esperaré, en las sesiones, de ellos nada. Sólo que estén ahí.

Desde aquí aprovecho para darles las gracias, sólo por estar ahí, sólo por ser caballos. 

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