La respuesta es sí, siempre. Maticemos, casi siempre. Hay
algunos casos en los que estaría contraindicado (relacionados principalmente
con la columna vertebral).
Una de las reglas básicas para garantizar el aprendizaje es que
ha de ser, a priori, atractivo. Ahí es donde entra nuestro amigo, el caballo.
Sin duda, es un potenciador de la motivación. Es muy gracioso que, semana tras
semana, vengan los niños a recibir sus sesiones de aprendizaje con caballos y
sus padres me digan “lleva toda la semana preguntando: “¿hoy vamos con Juan a
los caballos?”. Hay niños que guían su interacción comunicativa con imágenes y,
es muy alentador que aplaudan cuando se les muestra la imagen del caballo.
Por otra parte, el espacio que requiere esta actividad está
en plena naturaleza. Nuestras sesiones se llevan a cabo en una pista con
elementos de motricidad (fina y gruesa), está llena de colores y juguetes que
vamos usando en las sesiones y, casi siempre, terminamos o comenzamos la sesión
con un paseo en pleno campo, disfrutando del paisaje.
El caballo tiene una temperatura corporal superior a la de
los humanos. Al estar los cuerpos (humano- equino) en contacto, ese calor se
transmite. No hace falta decir que el calor corporal relaja y proporciona
seguridad. Prueba de ello es el sentido de los abrazos. Las personas, cuando están
tristes, alegres, inseguras o quieren transmitir sentimientos de cariño se
abrazan; precisamente por todos los beneficios que aporta el calor de los
cuerpos en contacto.
Los equinos se desplazan en tres “aires”: paso, trote y
galope. El paso es el patrón de movimiento más lento. Proporciona tranquilidad,
serenidad, concentración (por la repetición). El trote proporciona alegría; es
gracioso ver cómo, incluso los niños con carencias de lenguaje, intentan decir “trote”
para sentir ese movimiento que les provoca sonrisas e, incluso carcajadas. El
galope es la fuerza, la emoción. Sin duda, subir a un niño conmigo y salir a
galopar con un caballo genera un vínculo de confianza muy importante entre
ambos. Por supuesto, la adrenalina está presente con todo lo que ello nos
beneficia.
Por supuesto, no todo lo hacen los caballos. Para que una
terapia ecuestre sea efectiva ha de ser guiada y liderada por un profesional
preparado. Una persona versada en pedagogía es capaz de enseñar en un aula, en
una plaza o en una pista de hípica. Un mecánico, por muchas herramientas que
tenga, no podrá reparar coches sin unos amplios conocimientos de mecánica. En
terapias ecuestres ocurre lo mismo. Podremos tener caballos, pista o materiales
pero el éxito de las sesiones las garantiza un profesional formado, con
experiencia y, por supuesto, con animales que conozca perfectamente.
En A Través de los Caballos ofrecemos todo lo descrito, un
espacio motivador, todo lo que los caballos aportan y sobre todo, somos
profesionales de la salud y de la educación con experiencia, formados
específicamente en terapias ecuestres y con animales preparados y entrenados
para estas sesiones. Nuestros caballos trabajan, casi exclusivamente, en
terapias ecuestres.
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