Hace unos pocos años que empecé a juntarme con mis amigos
los caballos y puedo decir que ha sido uno de los descubrimientos que han
marcado mi vida. Desde ese entonces, despierto y bajo a verles, les doy su
comida. Paso el día pensando en ellos. A veces son jornadas enteras. Plantar maíz,
alfalfa, cercar zonas para sus pastos… nada menos que procurar su bienestar.
Desde hace unos meses cuento con una burrita en mi manada.
Todavía está haciéndose su sitio… lo cierto es que le está costando. Es muy
hábil, así que se las va apañando.
Tener un asno es bastante diferente a tener un caballo.
Antes de nada, no son tan fáciles de ramalear, por lo tanto… si dicen que un
caballo te entrena en paciencia… un burro lo hace mucho más, muchísimo más.
Entro a la corraleta, cojo a uno de los caballos, lo llevo
al pasto… come. Cojo a Fandilla, no se deja llevar del ramal, me voy, me sigue,
me doy la vuelta, se va, intento llevarle a mi sitio, me huye, me pongo detrás,
finalmente hay que ir empujando desde atrás… finalmente hay que ir ramaleando,
sin llegar a forzar, sin llegar a empujar, simplemente haciendo sutilidades.
Curioso. Muy curioso.